Caipiriña

El verano suele ser una época de reencuentros: con los amigos, con la tranquilidad (o eso contrario al stress diario), con el mar, etc.; y ayer, casi a mediados del verano 2011, fue un día de reencuentros.

El día comenzó con la tranquilidad que sólo me aporta Mataelpino (en la sierra madrileña), ni mucho calor ni mucho frío, sin excesivos ruidos, piscina helada, el mejor lugar para leer y desconectar, perfecto para dormir a pierna suelta. Después de una semana intensa de trabajo y de un viernes excesivo de templanza para con mis clientes, el reencuentro con la sierra fue maravilloso.

A mediodía íbamos a compartir una barbacoa con varios amigos-familia (término que expresa un grado de amistad tal, que convierte al amigo en verdadera familia). Entre ellos se encontraba Javi Robles, alma mater de los conciertos de la Sala Rivera, y un auténtico artista de la canción (es curioso, que su empresa se llame I´m an artist) aunque viva de la producción de conciertos. Javi nos sorprendió con todo lo necesario para marcarse unas caipiriñas (o caipirissima porque llevaban ron), bebida que no probaba desde que hace unos años visité Cuba con mis hermanas. ¡Todavía los estoy saboreando!

Pero la tarde nos iba a sorprender con otro reencuentro, en este caso no tan agradable: el Club de los 27.  Twitter nos anunciaba la prematura y (¿esperada?) muerte de Amy Winehouse, y nos llevaba a recordar a varios de nuestros ídolos como el gran Jim Morrison, cuya imagen decoró mi habitación en mi juventud. La noticia me llevó a pensar que para «re-encontrar» primero hay que «encontrar», algo que quizás Amy no hizo. Descanse en paz.


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