Son muchas las técnicas y estrategias emprendedoras que se desarrollan en la gestión de las empresas para generar valor económico y social, pero es necesario saber que la base fundamental de estas estrategias, el potencial de innovación y creatividad, lo compone el capital humano, por lo que es necesario tener en todo momento una actitud creativa e innovadora que ha de transmitirse desde la propia estructura y actividad de la empresa.
Según diversos estudios, existen algunos rasgos y competencias comunes entre quienes han generado ideas brillantes, tales como la voluntad de aprendizaje, la capacidad de toma de decisiones, la necesidad de contrastar ideas y opiniones con otros y la tendencia a basarse en las experiencias pasadas para la toma de decisiones presente. También se consideran de gran importancia el optimismo, el sentido del humor y la fortaleza mental.
Algunos autores, como Antonio Flores, hablan de cinco principios básicos para tener esta actitud innovadora de la que hablamos. Según él, es necesario situarse en un contínuo punto de salida, ser crítico y activo, así como habituarse a una vida en la incomodidad, es decir, estar dispuestos y atentos a cualquier cambio, sin anclarnos en exceso en la vida cómoda y sedentaria. Por otro lado, también habla de la importancia de los innovadores, entendidos como filtro y como aplicadores de conocimiento, por lo que requieren estar siempre en contacto y colaborar con otras personas y empresas para poner en práctica sus ideas.
En definitiva, la actitud innovadora es una constante que debe presidir el espíritu tanto de la empresa como de sus miembros, permitiendo crear soluciones creativas y novedosas a los distintos obstáculos o situaciones que se presentan en el día a día y, sobre todo, ser capaz no ya de generar multitud de ideas sino de conseguir materializar alguna de ellas.
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